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Editado por Sloper (La noche polar) en Septiembre del 2009. 97 páginas.
Pese a que ya hace unos meses que este libro se ha publicado me ha sorprendido bastante que hasta la fecha de hoy, al menos por internet, no aparezca casi nadie que se haya tomado un mínimo de tiempo para hacer alguna pequeña reseña (y conste que hay quienes se dedican a ello). Lo que más se ve sobre este libro son copias rápidas y fáciles del texto de la contraportada y algún pequeño comentario. Quizás el motivo sea que es un libro de un autor no consagrado, quizás sea que la editorial no se ha esforzado o no ha podido promocionarlo excesivamente, quizás las reseñas se circunscriban únicamente a otras publicaciones (como la que hay en “Quimera”), o quizás alguna otra causa menos evidente. Lo que no puede ser razón es que el libro carezca de interés.
El hecho de estar dividido en relatos cortos supone una transición desde la poesía hacia la prosa al trasladar a la segunda la fugacidad y la emotividad de la primera. El libro, próximo a la novela negra (relato negro) pero con una proyección existencial, está dividido en pequeñas historias que no deben de engañar al lector ya que todo él guarda coherencia entre sí. Si Flaubert decía “Madame Bovary soy yo”, el autor queda reflejado a través del libro en sus alter egos literarios que van más allá de las anecdóticas coincidencias entre realidad y ficción como la del uso del Mac. Pero esta coherencia no se encuentra únicamente dentro del libro, también está con la trayectoria del autor (al menos con la que conozco). Esto es porque, aunque la obra se inscribe dentro de la literatura, lo que está allí reflejado no es otra cosa que un conflicto existencial que perfectamente puede atacarse desde la filosofía. Este tema de fondo, que permanece constante a lo largo de los relatos, incide decisivamente en el estilo de la novela. Se deja ver aquí una de las múltiples huellas del autor referente de Valicourt, Blanchot. Pero también se podría pensar en un Cioran al que le resultaba natural escribir fraccionadamente, cosa que la estilística del libro tiene en este factor uno de los rasgos que la condicionan.
A través de los propios personajes se perfila ese horror a la existencia y éste comienza por uno mismo. “Artaud soñaba con el vaciamiento del cuerpo. No soportaba tanta entraña, tanto órgano inútil, ese repugnante barroquismo de vísceras que el ser humano oculta.” (p.26). El extrañamiento es tal que ni siquiera la identidad pertenece a su dueño: “Sostengo esa mirada que no es del todo mía.”. (p.93). Esta alienación también se refleja en la disociación de un mundo que carece de armonía y que llega hasta nosotros por sus ecos de disonancia porque, al igual que la música y lo que ella representa es una constante en varios relatos, el ruido se muestra como su opuesto cotidiano: “Vivir, pienso, consiste en hacer ruido.” (p.75). “Hablar se ha convertido en una obscena segregación de sonidos sin sentido, en una especie de enfermedad vírica que es necesario atajar cuanto antes.” (p.27). Por lo tanto la primera persona, la del yo del que no se puede escapar, se hace la idónea para representar este encajonamiento de los personajes en una realidad que los violenta. De la misma forma que para Schopenhauer no hay más solución que apartarse del camino de la voluntad, para los personajes no hay resolución posible al conflicto existencial siguiendo un camino que nunca tendrá una meta. “Por el contrario, la auténtica locura es la de empeñarse en seguir en esta tarea sólo apta para corredores de fondo. Dejar de escribir, sin duda, sería un síntoma de sensatez.” (p.42). El actor Richard Harris decía algo parecido en sus últimos años cuando declaraba que en esos momentos se dedicaba a lo mejor a lo que alguien puede dedicarse, a no hacer nada. También Cortázar recalcó que toda acción conlleva un chantaje, por ello negar la acción se impone como medida básica.
Siendo lo absurdo y violento de la existencia el eje fundamental la negación de ésta surge la evasión como primer intento de solventar el problema: “Durante un tiempo me dieron por muerto. Nunca me preocupé en aclarar el error. Al contrario, me sentí liberado al sentirme inexistente.” (p.25). La huída será una de las dos resoluciones a adoptar por los personajes que desean resolver el conflicto. La otra elección será destruir. En ambos casos debe desaparecer lo que existe, lo que atormenta. “[…] soy un hombre que ha emprendido la huída. No hay más secretos. Los motivos ni yo mismo los podría enumerar.” (p.23), “Quiero alejarme de tanta patraña. Voy consumiendo quilómetros sin mirar nunca atrás” (p.26). La imagen catalizadora de esta huída es el personaje de Travis en “Paris, Texas.” (Win Wenders, 1984). Los personajes de los relatos, al igual que el de la película, corren para huir. No tienen un sitio concreto sino que persiguen metas imposibles como es el horizonte que espera alcanzar Travis. “Sólo una carretera recta que me lleve al horizonte” (p.24). Incluso, por proseguir con las similitudes con la película, hay una ocasión en la que la acción se desarrolla en el mismo Estado ultraconservador, Texas. “La voz de Tom Waits me anima a seguir huyendo, que en Texas ya se sabe cómo se las gastan.” (p.43). Finalmente, por si quedaban dudas sobre las alusiones a la película, ésta aparece mencionada explícitamente (p.44).
El segundo y fundamental camino para la negación de la existencia es la destrucción. De hecho es lo que queda bien perfilado en el título del libro y es el pensamiento fundamental que cruza la mente de varios personajes de una forma más o menos consciente “Luego arrojaste el cigarrillo a la maleza y te quedaste absorta mirando el incendio que habías causado.” (p.71) . Mediante la destrucción se termina el problema: “Hay algo higiénico en las demoliciones.” (p.23).”Pienso que la creación y la destrucción no son acciones tan antitéticas como algunos pretenden hacernos creer.” (p.21) “La muerte del arte es, de hecho, la última performance del propio arte, la escenificación más sincera del escalabro. Un acto de justicia.” (p.16). Siendo el fin la destrucción los medios para llegar a ésta son diversos, el fuego purificador, el suicidio, el revólver… “Compruebo que el revólver sigue bajo la almohada.” (p.84),..
Ambos caminos, destrucción y huída, se encuentran tan próximos que se hayan interconectados en la mente del personaje: “el rostro de un hombre dispuesto a seguir huyendo, que ha hecho de la huida un territorio que hay que defender. Sostengo esa mirada que no es del todo mía. Necesito la nieve, la página en blanco, el lienzo impoluto, la pantalla vacía.” (p.93)
Con este panorama no es de extrañar que aparezcan personajes irreconocibles para el resto de la humanidad “No conozco a nadie […]” (p.79) “nadie conoce mi nombre verdadero” (p.28) (esquema que, por cierto, me recuerda mucho a “Nadie me conoce”, canción de los Del-tonos) que, de forma pareja a lo representado por la duda entre la vigilia y el sueño de Descartes, desconocen si se encuentran en una realidad o si directamente forman parte de una ficción. “Poco a poco iba tomando conciencia de mi condición de ser ficticio. En todo caso era un personaje no del todo logrado.” (p.58) “Las imágenes de la película inciden en su rostro y, por unos momentos, creo estar metiendo mano a Laura Dern, la musa de David Lynch.” (p.17). Entonces el objetivo es trascenderse a sí mismo de forma catárquica mediante la expresión artística “Quiero convertir en arte mi demencia.” (p.43). Pero no es una catarsis habitual porque la imposibilidad de distinguir la realidad de la ficción es algo que también obliga a “Ser autor y personaje de un mismo relato.” (P.55). Las alusiones a la irrealidad se funden con la expresión artística. “De momento nadie gritaba, CORTEN” (p.63) “Tengo la sensación de ser un actor involuntario, sometido a la voluntad de un desconocido que está filmando una película sin gritar nunca CORTEN.” (p.79)
Las mujeres, o quizás la misma mujer representada en varias (visto desde una reminiscencia platónica), es la imagen de connotaciones maternales que junto a otros pequeños oasis, como la música, suponen un alivio para estos conflictos insoportables. Sin embargo lo característico de las mujeres, de esas repetidas y omnipresentes Ulricas de Borges, es que son punto de destino inalcanzado. Una continuación de la sensación de fracaso y de lo precario, “Cruzo solares que aún resisten entre las ruinas” (p.85), que invade todo el libro. “Llamen a esta mujer de nuevo” (p.37) “Pienso en ella […]” (p41). Esta vinculación entre música, mujeres y destrucción se resuelve cuando la mujer despechada asesina al músico de jazz (p.67). Una resolución mostrada inconscientemente pero que refleja las jerarquías. Es la música la que libera al artista pero es la destrucción la que termina imponiéndose como fin último.
Puestos a buscar un “pero” si el libro cojea en algún aspecto es en algunos apartados referidos a la música. Es verdad que Valicourt demuestra tener conocimiento del ambiente de jazz de las novelas negras que busca trasladar a su libro, desde ahí todo es legítimo. Lo que me parece viciado es la visión del blues que, debido a que posiblemente esté visto desde la óptica del jazz, no llega más allá de la percepción de éste. Es común y frecuente que entre los entendidos de jazz se considere al blues como un “hermano menor”. Un familiar surgido bajo el mismo cobijo que nunca puede llegar a la madurez por sí mismo. Por eso frecuentemente los historiadores de jazz engloban al blues dentro del propio jazz sin llegar a permitirle la existencia como género autónomo con sus propios desarrollos. Desde esta perspectiva cuesta contemplar el blues como algo más que unos tópicos manidos. Precisamente de estos tópicos repetidos y ya algo trasnochados se sirve el autor para describir lo que representa el blues. Puede ser adecuado para el clima de la novela (y en este sentido hacerse válido) pero como descripción en sí resulta superficial. “Ya se sabe lo que ocurre con los cantantes de blues: o una mujer los ha abandonado o ellos se han enamorado de la mujer de su mejor amigo” (p.64) Es verdad que este ha sido un lugar común en cuanto a las temáticas de blues (el “Have you ever loved a woman?” de Freddie King, por ejemplo) `pero también es cierto que ni se puede referir únicamente a los cantantes, ni se puede reducir lo que representa el blues a estos simples términos. Personalmente me parecen mucho más adecuadas las descripciones que hace sobre el género un estudioso del blues como Paul Oliver que los trazos que se perfilan en el libro. También me ha llamado la atención la descripción como “acorde” de un fragmento del tema musical “Paris, Texas”. Es cierto que si nos guiamos por la real academia la palabra sería la correcta pero, al menos la experiencia que yo he tenido toda mi vida, es que si alguien te dice que toques un acorde debes de tocar al menos las tres notas que deben de formarlo a la vez. Si se desea tocar las notas que forman un acorde una detrás de otra lo que hacemos es arpegiar, con lo que una palabra más idónea sería, por ejemplo, rasguear. En la interpretación de Ry Cooder lo que está tocado cuando no usa el slide son arpegios, que no es lo mismo que lo citado en el libro. “Ahora en la radio suenan dos o tres acordes de slide guitar. Es Ry Cooder en Paris, Texas.” (p.44)
En cualquier caso estas mínimas pegas no deben de confundir porque globalmente es un libro excelente que destaca por la elección de "frases clave" y que sobre todo es genuino. Así pues si al lector de este artículo algo le ha interesado lo que está aquí descrito le será mejor hacerse con el libro que mantenerse un minuto más leyendo estas palabras.

6 comentarios:

El hombre que vio caer a Deleuze, en efecto eres el único reseñador.

25 de enero de 2010, 22:22  

Muy rigurosa y seria la reseña. Incorporas referencias que hasta ahora nadie había arriesgado. Agradezco tu interés y el tiempo que has dedicado a leer y comentar mi libro. En cuanto al blues. Precisamente, yo siem pre he defendido la autonomía del blues con respecto al jazz. Cuando escuchaba blues, sólo blues, el jazz no me decía gran cosa. Desde luego no es un libro de blues y sobre blues, y soy consciente de que el personaje, aunque sea múltiple, sobrevuela el blues sin adentrarse para nada en él. Por tanto, sí, puede ser que haya caído en algún tópico. En cualquier caso, aprecio mucho tu visión, tus referencias al género de cine negro, Cioran, etc. Me ha gustado que hayas citado al gran Freddie King quien, por cierto, murió en pleno concierto. Lo leí en una funda de un cd, Live in Antibes o Live in Nancy, no recuerdo. Bueno, Blues, no me alargo más y te agradezco de corazón la atención prestada al libro. (Hay una reseña en afterpost y algunos comentarios como el de clement cadou, montag, urceloy...) Un saludo

26 de enero de 2010, 20:22  

Jesús:

Aprovecho para responder tu comentario con el que le hago a lo que ha dicho Valicourt.

José:

Lo primero de todo es agradecerte tu comentario. Ya he dicho otras veces que la mejor forma de evitar el juicio sesgado en el que inevitablemente acabamos cayendo todos es confrontarlo con más gente (aparte de que el autor, como padre de la “criatura”, está en una posición única para poder emitir ese juicio).

Con “riguroso y serio” más que hablar sobre mí, sin quererlo, lo haces sobre ti mismo porque demuestras una actitud benevolente que, sobre todo, demuestra tu madurez como ser humano. Lo más fácil, y más habitual, es no saber discriminar entre la persona y las ideas. Desde luego siempre has demostrado que este no es tu caso.

Respecto al tema del blues me alegro de haberme equivocado al suponer que lo juzgabas desde la perspectiva del jazz. Quizás sea porque estoy muy cansado de ver esto en todos los ámbitos relacionados con el jazz. Suele suceder así con músicos, con aficionados, con los festivales en los que se suele programar alguna actuación de ese “estadio primitivo del jazz”, etc… En tu caso me he basado únicamente en lo que he leído en el libro con lo que inevitablemente el juicio siempre tiene un margen de riesgo. Es verdad que lo que se expresa el arte es algún tipo verdad, pero también es cierto que (por citar a Aristóteles) el arte habla sobre “ lo que es o lo que podría ser”, es decir lo verosímil es el primer fundamento. De esta manera siempre es problemático sacar deducciones racionales sobre algo que se desarrolla bajo otras reglas. Las pistas me vinieron (o creí verlas), aparte de en las descripciones del género, en detalles como el del músico que comienza tocando blues (p.67) para utilizarlo como “rampa de lanzamiento” que, como bien tienes relacionado en el libro, es algo muy típico en el Be-Bop. Este es uno de los motivos frecuentes por los que un músico de Bop se aburre tocando blues, porque quiere “despegar” y por ese camino no lo hace.

(sigue)

14 de noviembre de 2010, 16:57  

Efectivamente Freddie King murió ofreciendo un concierto, cosa que en este sentido coincide con la muerte del músico en el escenario (p.67). Lo que sucede con lo que le pasó a Freddie es que creo que resulta más “mundanizable”. Aunque creo que la versión oficial es que murió de un paro cardíaco es obvio que, siendo una persona relativamente joven, que le haya sucedido sin más causa justificada resulta relativamente insólito. La obesidad que padecía era un factor que le elevaba el riesgo de un ataque al corazón pero no creo que haya sido decisivo (ahí está el octogenario B.B. King obeso y diabético perdido para desmentirlo). Mi suposición es que viendo lo fácil que circulan las drogas en el mundillo de los músicos (y más todavía en los setenta) Freddie ya hubiese castigado bastante su cuerpo por este camino como para que el torrente emocional desbordado que siempre le suponía actuar fuese suficiente como para mandarlo al otro barrio. A fin de cuentas hay mucha gente que estando muy débil tiene suficiente con cualquier sobresalto emotivo para morir (el día de fin de año, por ejemplo). Me vino a la cabeza Freddie porque el tema al que me refería es una de sus más conocidas interpretaciones y, como hábilmente relacionas, porque también es uno de los músicos que han muerto en el escenario. A mí siempre me ha llamado mucho la atención esa imagen. Me di cuenta cuando un músico decía en una entrevista algo así como que “no se me podría ocurrir mejor lugar para morir que en un escenario.”. Aunque en el primer instante creí que era el típico “no ver más allá de las narices”, al poco, y sobre todo debido a lo intensa que es la “imagen”, me di cuenta de que era algo genial. Aunque pueda verse equivocadamente con ojos morbosos el hecho de que te vean morir así, para nada lo es. Sobre todo porque el morbo queda superado por el hecho de compartir y porque todo ello queda bendecido por estar amparado por lo que significa el arte. En cierto modo es como si aquello que cantaba John Lee Hooker en “Mr. Lucky” de que “bad luck can’t do you no harm” sólo pudiese ser plenamente allí. Claro que, por supuesto, también están las referencias que das a lo largo del libro entre realidad y arte que tienen uno de sus puntos de encuentro en esta escena.

(sigue)

14 de noviembre de 2010, 16:59  

En cuanto a esta reseña y su relación con el resto tengo que decir que la mía la escribí hace tiempo, lo que sucede es que soy bastante vago y suelo hacer las cosas cuando me apetece. La redacté casi toda de golpe y pensé que luego volvería sobre ella porque quedaban demasiadas cosas por decir del libro. Después de todo cuando se escribe se hace primeramente para uno mismo, como poco para ponerse en claro. A mí me pareció (y me sigue pareciendo) que hay muchas ideas que ni llegan a mencionarse. En cuanto a esto creo que se puede decir lo mismo de la mía como de las otras. La de Alías en Afterpost es de lo poco que está mínimamente trabajado, aunque para mi gusto se va demasiado “por las ramas”, casi parece que va a hablar más de lo que le apetece que del libro en sí. La de Afterpost fue publicada el 20 de Enero a las 11:13 (que al fin y al cabo es lo que cuenta) al día siguiente que la mía (19 de Enero a las 17:01).. Es verdad que yo mismo induzco a la confusión porque no me gusta que aparezca la fecha en las entradas, pero por la fecha que aparece en el feed puede comprobarse todo esto. Conocía la de Montag (que es del 15 de Enero) pero, la verdad, es que casi ni la tuve en cuenta porque, entre que es muy corta de extensión y que se limita principalmente a describir/enunciar no creo que aporte gran cosa. Entiendo que a ti como autor te pueda resultar interesante cualquier percepción de tu trabajo pero, para los que estamos del otro lado, es poco más que anecdótico. De todas formas la de Montag, la mía, o la del resto creo que acaban fallando en lo mismo y es que ni de lejos llegan a esbozar lo que se retrata en el libro. Lo mínimo que se puede pedir a una reseña de cualquier tipo es que saque a la luz lo que aparece encubierto. Y no me refiero tanto a un plano filológico que suele estar tan viciado por ese vicio mecanicista de pensar que desmontar en piezas un texto significa comprenderlo, me refiero más bien a una comprensión global que lo abarque desde distintas perspectivas En cuanto a la de Urcelay , si es que no me he confundido de entrada, no pasa de ser un pequeño chiste buenrollista (supongo que entre amigos). La de Clément Cadou no la conocía (y eso que es de hace casi un mes, 28 dic.) pero, pese a que es acertada, es muy exigua. Se queda justamente en lo que en los comentarios dice que no hace, un único párrafo. Reitero que digo todo esto porque me sigue pareciendo muy grande la distancia entre lo representado en el libro y las explicaciones.

Respecto a los agradecimientos yo, como uno más de los lectores, soy el que tengo que darte las gracias por haber compartido estos textos con todos.

Un saludo y mucha suerte con el libro.

Nota: Estos últimos tres comentarios fueron publicados el 27/01/2010.A causa de que fueron borrados debido a un error, los he vuelto a reproducir exactamente igual a como fueron publicados originalmente.

14 de noviembre de 2010, 17:13  

Hola, cuánto tiempo. Mira, ediciones Rilke me acaba de publicar un breve ensayo, por llamarlo de algún modo, que empezó en plan tesis y acabó como un relato-poema-aforismo... Se titula BLANCHOT: ESPACIO DEL DESASTRE. No sé si ha llegado a las librerías de Palma. Me gustaría enviártelo. Ahora vivo en Lisboa y, si quieres, pon tu dirección y te mando un ejemplar. Un saludo cordial. José Vidal Valicourt

15 de junio de 2011, 15:59  

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